lunes, 30 de mayo de 2011

UN PISO MAS ARRIBA: Del Modelo Territorial hasta la competitividad del territorio

Cuando los actores públicos de orden regional deciden revisar su gestión y mejorar sus procesos, con el fin de hacer más eficiente sus inversiones, deben pasar de realizar una labor centrada en la división política administrativa a una estructura meso institucional que permita relacionar la gran visión de la región (Estrategia Regional de Desarrollo) con las políticas y programas locales establecidos en los Pladecos comunales.
Desde el punto de vista de la planificación formal, en la actualidad, estas nuevas formas de “ordenamiento espacial” permiten a las autoridades delimitar un espacio de acción orientado a mejorar la gestión de inversión e implementación de políticas publicas. Si bien muchos autores hablan hoy del desarrollo territorial, nos cabe preguntarnos como pasar de una planificación si bien más vinculada al ciudadano del territorio -con altas cuotas de diagnosis y prognosis en los modelos- a generar los cimientos bases para el desarrollo de la competitividad territorial que permitan un mayor crecimiento y desarrollo en la Region.
Pero ¿qué significa hoy la competitividad desde el territorio? Permítanme mostrarles un ejemplo básico de competitividad. Cuando Adam Smith, en su clásica obra habla de las ventajas comparativas, centra su análisis en los recursos naturales, los cuales hoy siguen siendo importantes, pero no fundamentales a la hora de demostrar crecimiento y desarrollo económico. Una muestra de ello es Japón. Más tarde, Porter en su clásico “Las ventajas competitivas de las naciones”, traslapa el concepto de ventaja competitiva sustentable a unidades de gestión mayores compuestas por regiones o países, propiciando el comienzo de una discusión que ha generado muchos libros y artículos, los famosos Clusters.
En la actualidad, el concepto competitividad se relaciona mucho al factor humano, pero no es sólo un factor más del proceso productivo, si no más bien es el capital humano que surge del desarrollo de las personas en una sociedad imbuida en el conocimiento, lo que permite a sus naciones generar procesos de innovación tecnológica que nos lleven a superar cifras adversas y que demuestran que crecer a tasas decrecientes no es un éxito económico.
El gran salto es cómo hoy podemos encadenar a la empresa productiva a procesos de innovación tecnológica, que le permitan aprovechar sus ventajas competitivas y de esta manera rentabilizar los territorios, no sólo generando riquezas para unos, sino equidad y calidad de vida para todos, a través de instancias formales de participación, cooperación (coopetition) y reciprocidad “Capital social”.
Por ello, lo anterior queda muy bien reflejado en el articulo Innovación, redes, recursos patrimoniales y desarrollo territorial (Inmaculada Caravaca, Gema González, Rocío Silva), donde lo fundamental no es invertir por invertir, sino más bien saber por qué invierto en un territorio y si esa inversión hoy genera sinergias positivas con inversiones públicas y privadas de otros sectores.
La Región del Bío Bío en la actualidad pasa por esta disonancia, de cómo pasar de un modelo asumido y bien o mal desarrollado por los territorios de planificación a generar unidades espaciales competitivas en un entorno cambiante y globalizado. No es sólo la definición de un eje genérico lo que forma la identidad de un territorio, sino más bien cómo nuestros clientes (los habitantes del territorio) y nuestros competidores nos ven y posicionan nuestra imagen. La competitividad territorial, podríamos decir, es la suma de las cadenas de valor de las localidades ancla, como también el reflejo de sus ventajas competitivas que le permiten pasar de la acción territorial al desarrollo pleno.

(*) Ingeniero Comercial UC, MBA Universidad de Chile, Diploma en Gestión Local y Diploma en Evaluación de Proyectos Universidad de Concepción.

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